El paisaje mental incluye el paisaje corporal, el reino de los sentidos y del cuerpo. Misteriosamente, el paisaje mental se halla por completo encarnado.

Cuando permaneces conscientemente presente y abierto a todo el campo de tu experiencia, puedes advertir que la experiencia viene y va. Nada de lo que aparece es permanente.

Las imágenes, los sonidos, las sensaciones corporales (incluyendo esta inhalación y esta exhalación), los olores, los sabores, las percepciones, los impulsos, los pensamientos, las emociones, los estados de ánimo, las opiniones, las preferencias, las aversiones y las opiniones… van y vienen, fluyen y cambian de continuo…

Otras tantas enriquecedoras oportunidades de cobrar conciencia de la impermanencia y de nuestros hábitos, de nuestros deseos y de nuestra identificación.

Nuestro paisaje mental puede entonces orientarse hacia el reconocimiento y la aceptación plena de las cosas tal como son. Entonces, cualquier momento resulta adecuado para conectar con nuestra totalidad y belleza, más allá de que te guste o te desagrade. Aquí y sólo aquí es posible encontrar la paz.