MUNDO SENSORIAL HUMANO 10ª parte: El paisaje olfativo

Autor: Jacob García de Rueda

Los olores nos abren a un mundo al que sólo podemos acceder mediante nuestro sentido más fino.

El olfato puede detectar niveles infinitesimales de compuestos aromáticos.

La relación que existe entre el olor y el sabor es tan íntima que cuando el olfato se bloquea es difícil saborear cualquier cosa.

La respuesta biológica de atracción y rechazo utiliza el mundo de los olores: las feromonas nos relacionan con los demás y participan en la coreografía de las danzas sociales y sexuales y en las decisiones que tomamos para elegir a la persona con quien combinar nuestros genes y transmitirlos a las generaciones futuras.

La fuente de la experiencia olfativa reside en las moléculas suspendidas en el aire. Como bien saben nuestros perros, el aire no sólo va cargado de sonidos: viajan también olores, perfumes, aromas, fragancias y hedores que les proporcionan una gran cantidad de información interesante sobre otros perros, personas y lugares.

Para nuestra mascota, cada lugar está lleno de mensajes que le anuncian qué otros habitantes del barrio, cánidos o no, han pasado por ahí.

Mi perro «Río» es para mí un auténtico maestro de meditación, que me ayuda a silenciar mi cabeza, salir del tiempo y adentrarme en un mundo sensorial más allá de lo humano.

Las personas, los países, las ciudades, los pueblos, los edificios, las casas, el campo y el paisaje marítimo tienen su aroma peculiar.

Los olores evocan muchos sentimientos y emociones que van más allá de la nostalgia y del mero recuerdo. Los olores y las fragancias pueden desencadenar muy rápidamente la tristeza o el éxtasis…

También pueden despertarnos, invitándonos a sumirnos completamente en el presente y a disfrutar de los olores y de las fragancias que nos ofrece el momento presente.

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